Desvelan uno de los misterios del cosmos.
Este espectacular descubrimiento, que inaugura una nueva rama de la
astronomía, merece hoy la tapa de la revista Science
Viernes 9 de noviembre de 2007 | Publicado en la
Edición impresa
MALARGUE.- Casi un siglo después de que el físico alemán Victor Hess -montado
en un globo que volaba a 5000 metros de altura- detectara una "radiación
penetrante" llegada desde el espacio, un equipo de 400 científicos de todo el
mundo, en el que cumplieron un papel protagónico investigadores argentinos acaba
de resolver el misterio acuciante que sumió a los físicos en una aventura sin
fronteras, los llevó a la cima de montañas y a recónditos rincones del globo en
su ansia por entender de dónde provienen esas partículas que llamaron "rayos
cósmicos de altísimas energías".
La respuesta, según el trabajo firmado
por la Colaboración Pierre Auger que hoy merece la tapa de Science , sin
duda un honor infrecuente reservado a los hallazgos más originales y de mayor
trascendencia, es que estos misteriosos rayos que parecen llegar al planeta de
todas partes provienen en realidad de regiones convulsionadas que se encuentran
en el centro de galaxias ubicadas en nuestro "vecindario" cósmico, a no más de
300 millones de años luz, donde gigantescos agujeros negros (zonas del universo
de tal densidad que ni siquiera la luz puede escapar a su atracción) son capaces
de acelerar partículas subatómicas a velocidades cercanas a la de la luz. Los
astrofísicos llaman a estas regiones "núcleos activos de galaxias".
"La
ciencia es, en cierto modo, una apuesta -dice Alberto Etchegoyen, investigador
principal de la Colaboración por la Argentina-. Apostamos a que podíamos
identificar la fuente de los rayos cósmicos de altísimas energías y hoy, incluso
antes de finalizar la instalación del observatorio, ya tenemos respuestas a
algunas de nuestras preguntas y estamos abriendo una nueva ventana al universo,
el camino para una astronomía de partículas cargadas."
Agrega Ingo
Allekotte, subgerente general del observatorio: "Hasta ahora estudiábamos la
radiación electromagnética. La información venía en partículas de luz, visible,
de microondas, ultravioleta... Por primera vez miramos una fuente que manda no
sólo radiación electromagnética, sino también partículas con masa".
El
anuncio del hallazgo científico reunió ayer a la comunidad de Malargüe en el
moderno centro de convenciones situado a metros del edificio central del
observatorio, con el vicepresidente electo, Julio Cobos, y las "reinas" de la
ciudad mendocina sentados en primera fila del auditorio.
Tras la
presentación, todos se dieron el gusto de aclarar sus dudas sobre estos extraños
fenómenos del universo durante un diálogo espontáneo con algunos de los
principales investigadores del estudio. Caía la tarde en medio de una inesperada
"nevada" de copos traslúcidos que liberaban los álamos blancos que flanquean la
ruta y el terreno del observatorio.
Mensajeros subatómicos
Los rayos cósmicos son protones y núcleos atómicos que atraviesan el
universo a casi la velocidad de la luz (¡un 99, 29 nueves por ciento!). Cuando
chocan contra la atmósfera terrestre, desatan una cascada de partículas
secundarias que puede desparramarse sobre una superficie de 40 kilómetros
cuadrados o más. Es entonces cuando el Observatorio Pierre Auger, la instalación
experimental más grande del mundo, puede "verlas" con su red de 1600 detectores
distribuidos en 3000 kilómetros cuadrados (una superficie 15 veces más grande
que la ciudad de Buenos Aires) y con 24 telescopios diseñados para registrar la
fluorescencia que emiten. "Este instrumento híbrido disminuye nuestro rango de
error prácticamente a cero", dice Etchegoyen.
En algo más de tres años y
medio, el observatorio detectó 27 rayos cósmicos de altísimas energías, los
únicos que, según los científicos, pueden vincularse con una fuente certera de
emisión, porque no son deflectados por los campos magnéticos a su paso. Pero lo
más interesante es que la mayoría apunta hacia núcleos activos de galaxias
cercanas, como Centaurus A, a 11 años luz de distancia de la Tierra.
"La
mayoría de las galaxias tiene agujeros negros en su centro, pero sólo en algunas
son supermasivos, es decir que tienen miles de millones de veces la masa del Sol
-explica-. El agujero negro se «come» toda la materia a su alrededor. Entonces,
como ocurre cuando uno saca el tapón de la bañera, se produce una rotación de
partículas (el disco de acreción), que tienden a ir hacia el agujero negro,
salvo algunas que quedan atrapadas por campos magnéticos perpendiculares al
plano de la galaxia y son arrojadas en jets hacia afuera. Luego, al frenarse con
el polvo galáctico, forman lóbulos calientes."
"Allí se producen ondas
de choque, donde los rayos cósmicos son empujados constantemente -agrega Esteban
Roulet, físico de partículas y coautor del trabajo-. Eso genera rayos cósmicos
de distintas energías. Tenemos indicios de que los que detectamos aquí son
partículas de pequeña carga, porque si fueran más pesadas se deflectarían más y
la desviación que medimos es de tres grados. Cuando reunamos más registros,
podremos saber exactamente de dónde vienen, qué campos magnéticos encuentran a
su paso y cuál es la energía máxima a la que pueden acelerarse."
Por
Nora Bär Enviada
especial
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