Por José Lesta
La mayor parte de los astronautas que han
salido de la Tierra dicen haber experimentado extrañas sensaciones.
Algunos incluso han cambiado su forma de ver la vida tras esa
experiencia. De hecho, todos los que caminaron por la superficie de
lunar, sin excepción, experimentaron ese cambio. Por ejemplo, Neil
Amstrong, el primero en pisar el satélite, se convirtió en un hombre
taciturno, recluyéndose en su casa del pequeño pueblo de Lebanon
(Ohio), y su colega Buzz Aldrin comenzó a tener problemas con la bebida
que derivaron en asuntos más serios. En su autobiografía, Retorno a la
Tierra, Aldrin confesaba que desde su regreso hasta que fue internado
en un hospital psiquiátrico, dos años más tarde, protagonizó un buen
número de experiencias difíciles de explicar.
Cuando salió del sanatorio los periodistas le preguntaron qué sintió
realmente en la Luna. Aldrin calló algunos segundos y, ante la sorpresa
general, rehusó responder a la pregunta. Más tarde, y de manera
informal, comentó a algunos reporteros que si hubiera dicho lo que
realmente pensaba, todos sus compañeros astronautas se hubieran reído
de él. En su autobiografía describió cómo desde su aventura lunar veía
constantemente esferas luminosas y flashes, incluso con las luces
apagadas. Amstrong también dijo sufrir el mismo efecto, al igual que
los tripulantes de la Apollo 12. En otros casos, los astronautas
lunares se dedicaron a investigar el fenómeno OVNI y sucesos
paranormales; se interesaron por cuestiones relacionadas con la mística
y la Nueva Era o formaron parte de expediciones a enigmáticos lugares
de nuestro planeta.
NEIL ARMSTRONG EN LA CUEVA DE LOS TAYOS
Quiso la casualidad que fuera un 23 de julio de 1969, tres días después
de que Neil Amstrong pusiera sus pies en la Luna, la fecha elegida por
un misterioso hombre de fortuna, Janos Moricz, para declarar ante
notario uno de los descubrimientos presuntamente más importantes de la
historia. Decía haber hallado en la provincia de Morona–Santiago
(Ecuador) unas láminas metálicas que contendrían la historia de una
civilización perdida. Según Moricz, tales láminas –agrupados dentro de
distintas cuevas– estaban grabadas con signos y escritura ideográfica.
El tema cobró interés mundial cuando el escritor suizo Erich von
Däniken publicó El oro de los dioses, obra centrada en el misterio de
Los Tayos que se convirtió en un best seller.
Los mormones se entusiasmaron con el libro de Däniken, pues creyeron
que la historia de Los Tayos presentaba ciertos paralelismos con su
propia doctrina religiosa. Según su profeta, Joseph Smith, existiría un
libro de oro guardado en antiquísimas cavernas situadas en la
cordillera de los Andes. Ese libro sería el original del Libro del
Mormón, la «biblia» de este grupo religioso. Dicha revelación le fue
anunciada a Smith por un ángel luminoso que dijo llamarse Moroni, el
cual se le apareció una fría noche de invierno. La comunidad mormona se
convenció de que la «biblioteca» descubierta por Moricz podrían ser las
míticas planchas de oro de su libro sagrado; sobre todo teniendo en
cuenta que el hallazgo se había relizado en una zona llamada
Morona–Santiago.
Los líderes mormones decidieron que Neil Amstrong debería ser el
encargado de descubrir la preciada reliquia religiosa. Así, en julio de
1976 un grupo de científicos y militares ecuatorianos se abrió paso a
través de la selva donde moran los indios shuaras, mitificados en
Occidente como los reductores de cabezas. Al frente de la expedición se
encontraba Neil Armstrong. Después de 35 días de marcha, llegaron a una
zona montañosa e irregular, situada en las faldas septentrionales de la
cordillera del Cóndor, donde encontraron una oscura boca de entrada a
una inmensa cueva. Desde el principio se confirmó la inmensidad de las
cavidades interiores, donde ni las más potentes linternas eran capaces
de alumbrar en su totalidad las estancias, que podían albergar
catedrales enteras.
La expedición de Neil Armstrong no encontró la famosa biblioteca de
oro, pero sí logró confirmar la existencia de dinteles y bloques de
piedra cortados, cuyas formas parecían claramente artificiales.
Finalmente, la expedición se llevó de la selva ecuatoriana cuatro cajas
de madera selladas que no permitieron abrir a los indios shuaras,
quienes se sintieron engañados y estafados. Al parecer, las cajas
contenían restos arqueológicos consistentes en estatuillas de gran
valor para los indígenas. El astronauta aseguró que su visita al mundo
subterráneo había sido incluso más interesante que su paseo lunar. Y
añadió: «Al igual que he sido el primer hombre en estar allí arriba,
quise ser también el primero en estar allí abajo».
JAMES IRWIN Y EL ARCA DE NOÉ
El 17 de junio de 1949, en una misión rutinaria, un aparato de las
Fuerza Aérea estadounidense descubrió una anomalía situada sobre el
monte Ararat, en Turquía. Temiendo la instalación de algún tipo de
misil o de artefacto soviético en los limites fronterizos de la OTAN,
la CIA decidió enviar al lugar varios aviones espía U-2 y SR-71. El
gobierno de Estados Unidos nunca reveló el descubrimiento de esa
supuesta «anomalía» o estructura y las fotos correspondientes no se
desvelaron hasta 1995. Algunos analistas fotográficos de la agencia de
espionaje habían llamado la atención sobre lo que era una curiosa
casualidad: la citada «anomalía» estaba situada justamente en un punto
donde la tradición asegura que se encuentra el Arca de Noé. James
Irwin, uno de los pilotos del SR-71, consiguió entrar en la NASA y en
1971 pisó la Luna durante la misión Apolo 15. Años después decidiría
dedicar su vida a la búsqueda del Arca de Noé.
El camino hasta el Ararat es bastante accidentado. A partir de los
3.000 metros el buscador se topará con la nieve, el frío, el viento y,
sobre todo, unas nieblas características de ese picudo monte. Además,
las simas e imponentes grietas que componen el falso techo del Aararat
suponen un peligro añadido.
En el año 1969, meses antes del alunizaje de la misión Apollo 11, una
expedición al monte Ararat dirigida por el franco-español Fernando
Navarra, bajo los auspicios de su fundación, logró internarse durante
cuatro duros días en la montaña sagrada. La última jornada, ya casi de
retirada, localizaron entre el hielo, en una profunda grieta de más de
8 metros de longitud, trozos de madera que por sus formas y
características parecían intencionadamente trabajados. Tras descender
con una escala, Navarra intentó arrancar uno de los tablones, pero
aquello parecía formar parte de una estructura mucho mayor. Él siempre
afirmó que se trataba del casco de un barco. Lo cierto es que, con gran
esfuerzo, pudo cortar y extraer un fragmento de 1,65 metros. Navarra
estaba convencido de que ese madero pertenecía al Arca de Noé. Los
análisis posteriores, practicados en dos laboratorios y utilizando los
últimos medios técnicos, revelaron que la madera había sido trabajada y
que su antigüedad
era considerable. Sin embargo, las condiciones de humedad en las que
permaneció durante tanto tiempo, impidieron fecharla con cierta
exactitud.
Dos años más tarde, la aventura de Navarra adquirió fama mundial y
llegó a oídos de James Irwin. Para entonces, el famoso astronauta ya
había regresado de su periplo lunar, sufriendo una gran transformació
n
en su personalidad que lo llevó a abandonar la NASA y fundar una
agrupación evangélica en el estado de Colorado. Bautizada por Irwin
como High Flight (Vuelo Alto), sus objetivos eran promover un mensaje
de paz y unidad mundial, además de patrocinar sucesivas expediciones al
monte Ararat –hasta seis– en busca del Arca de Noé, cuyo director y
principal protagonista era el propio ex astronauta. En su libro Más de
un Arca en el Ararat, James Irwin narra sus peripecias y conclusiones
tras el mítico barco.
EL ASTRONAUTA MÍSTICO
El 31 de enero de 1971 Edgar Mitchell, como integrante de la misión
Apollo 14, se convirtió en el sexto hombre que caminaba sobre el suelo
lunar. Mitchell aseguró que durante el viaje espacial experimentó una
sensación de euforia y una enorme paz, combinadas con un gran sentido
de comprensión de todo lo que le rodeaba. El astronauta supo, en sus
palabras, que había sido iluminado de manera especial. De hecho, llevó
a cabo un experimento de percepción extrasensorial en vuelo para
comprobar si las distancias afectaban al fenómeno de la telepatía. A
los pocos meses de su triunfal regreso, abandonó la Marina y la NASA y
fundó el Instituto de Ciencias Noéticas, cuyo objetivo es impulsar toda
investigación encaminada a desentrañar el fenómeno de la conciencia
cósmica. Como resultado de sus intensas experiencias en el espacio,
Mitchell escribió Exploración psíquica, obra en la que vinculaba
ciencia y espiritualidad.
También se introdujo de lleno en el estudio de los fenómenos
paranormales e, incluso, se sabe que llegó a concertar una reunión
entre el paragnosta Uri Geller y Wernher von Braun, el famoso ingeniero
del Proyecto Apolo y principal responsable de que el hombre llegara a
la Luna. Por cierto, von Braun trabajó durante la II Guerra Mundial
para el ejército del III Reich diseñando cohetes, pero tras el fin de
la contienda pasó a hacerlo para las Fuerzas Armadas de EE UU.
WERNHER VON BRAUN Y LA ZONA DEL SILENCIO
En 1970, cuando las misiones Apollo aún surcaban el espacio rumbo a la
Luna, Wernher von Braun decidió hacer una rápida y furtiva visita a la
Zona del Silencio. En este paraje, situado a unos 1.500 kilómetros al
norte de México D.F., donde convergen los Estados de Durango, Coahuila
y Chihuahua, tienen lugar multitud de fenómenos extraños. En esta
misteriosa zona del planeta no funcionan las brújulas, quizá por la
cantidad de micrometeoritos que bombardean constantemente el lugar. Sin
embargo, uno de esos meteoros se comportó de manera anómala. Tanto es
así que recibió el nombre de «meteorito inteligente». Sucedió a
comienzos de 1969, cuando la sonda soviética Venera 5, cuyo destino
final era la árida superficie del planeta Venus, alertó sobre la
proximidad de un objeto de grandes dimensiones que entraba en rumbo de
colisión con la nave y amenazaba con destruirla. Los científicos
soviéticos decidieron modificar el rumbo de la sonda, pero entonces el
meteorito se detuvo y dio
marcha atrás, cayendo justamente sobre la Zona del Silencio.
La segunda expedición de Von Braun
El científico Wernher von Braun, principal responsable del proyecto
Apollo 11 que llevó al hombre a la Luna, realizó dos expediciones a la
Zona del Silencio, desierto mexicano en el que se producen misteriosas
anomalías. En la segunda (ver en el artículo detalles de la primera) se
desplegó un gran contingente en el lugar. Al parecer, la idea surgió el
11 de julio de 1970, cuando un cohete que probaba la NASA se desvió de
la trayectoria prevista y cruzó la frontera mexicana para ir a
estrellarse exactamente en el misterioso paraje. Los científicos de la
agencia espacial, encabezados por von Braun, recogieron fósiles,
muestras de meteoritos e incluso animales. Una vez terminado el
trabajo, la expedición se retiró con gran sigilo. Días más tarde, von
Braun efectuó unas inquietantes declaraciones a la prensa sobre las
anomalías del lugar: «Si yo fuera extraterrestre no lo dudaría,
escogería justamente la Zona del Silencio para descender sin que nadie
pudiera captarme. (…) En
este lugar ni las ondas ni los radares de los aparatos
electromagnéticos podrían detectar el descenso de una nave
extraterrestre»
.
Mitchell, los OVNIs y lo paranormal
Edgar Mitchell (dcha.), el sexto ser humano en pisar la Luna, cree en
la existencia de OVNIs y en su origen extraterrestre. En 1997, junto
con algunos ex compañeros como el astronauta Gordon Cooper –que fue
testigo de varios fenómenos anómalos durante su viaje en la nave Faith
7, dentro del programa Mercury de la NASA–, participó en el Disclosure
Project (Proyecto de Desclasificació
n).
Esta iniciativa consiguió que un buen número de altos cargos militares
y de los servicios de inteligencia estadounidense declararan sobre la
realidad indiscutible del fenómeno OVNI. En 1972, el astronauta conoció
al médico Andrija Puharich y a su pupilo, el mentalista Uri Geller
(izda.), quienes trabajaban para un proyecto financiado por la CIA y
otras agencias para aplicar las capacidades paranormales al campo del
espionaje.
Fuente: Revista Akásico - España
http://www.akasico.com/noticia.asp?ref=1381