Si
realmente hay algo de verdad en lo que dicen algunos contactados al
asegurar que los ovnis nos visitan y que incluso hay un objeto de
grandes dimensiones, no humano, que está circunnavegando nuestro
sistema solar dejando sondas espaciales y satélites artificiales,
deberíamos
tener alguna confirmación científica de ello. Debería haber, al menos,
señales de radio que fueran captadas y que no procedieran de la Tierra.
Y las hay... |
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NiKola Tesla (1856-1943). El excéntrico inventor estaba convencido de haber recibido un mensaje extraterrestre.
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En
1889 la millonaria francesa Anna Émile Guzmán creó un premio a quien
fuera capaz de entrar en contacto con un objeto celeste o un planeta,
premio que sería entregado
por la Academia de Ciencias francesa. Año tras año quedó sin
propietario hasta que en 1969 fue entregado a los tres astronautas del
Apolo XI por su primer viaje a la Luna. Seguramente, no era lo que ella
pretendía, pero era el intento más serio que se había realizado de
expandir nuestras fronteras a otros mundos.
A finales del siglo XIX, el científico Nikola Tesla
aseguró haber recibido el “saludo de otro mundo” en el transcurso de
uno de sus experimentos efectuados con un aparato de su propia
invención que denominó "Teslascopio" y con el que afirmó haber recibido
"señales de Marte" y hasta dijo: "He sido la primera persona en recibir un saludo de otro planeta”.
Guillermo Marconi, el 20 de enero de 1919, declaraba ante el The New York Times que
mientras realizaba unos experimentos de comunicación entre ambas
orillas del océano Atlántico a través de la telegrafía sin hilos,
detectó lo que parecían señales inteligentes procedentes del planeta
Marte. |
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El
gran Guillermo Marconi(1874-1937), pensaba que la comunicación con
seres de otros planetas, a través de la radio, era posible.
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Marconi
era Premio Nobel de Física en 1909 y cuando dijo que había obtenido
señales cifradas de diferente
duración similares al código Morse que ni él podía identificar y que su
origen parecía provenir del espacio exterior, en la dirección Marte, la
cosa no era para tomarla a risa. Lo malo es que poco más se supo sobre
estas ondas recibidas, hubo un impenetrable misterio que otras personas
intentaron desentrañar. Tan sólo sabemos que Marconi, en años
posteriores y a borde de su barco Electra, hizo experimentos secretos para intentar establecer una comunicación con esas señales, pero nunca transcendió nada.
Pocos
años después, en 1924, David Todd dijo haber recibido de Marte, en una
de sus máximas aproximaciones a la Tierra, una serie de señales como
puntos y rayas del código Morse que dibujaban un rostro humano. ¿Y si
no procedieran de Marte?
No fueron las
únicas señales de radio extrañas que se detectaron. Otras fueron
captadas en Eindhoven (Holanda) y en Oslo (Noruega) durante la década
de los 20, sin que se
llegaran a descifrar. O eso creían. El 3 de abril y el 11 de octubre de
1928 el técnico noruego Carl Störmer y el científico holandés Baltasar
van der Pol trasmiten en la banda 31.4 de longitud de onda en grupos de
tres puntos y detectan unos ecos que regresan en intervalos de tres y
treinta segundos: las señales regresaban con una regularidad
extraordinaria como si rebotaran en algún objeto perdido en el espacio.
¿Sonda espacial extraterrestre?
Muchos
lo pensaban, pero nadie se atrevía a decirlo hasta que un astrónomo
norteamericano, R. N. Bracewell, se atrevió a sugerir que una sonda
espacial procedente del espacio interestelar pudiera haber estado
girando alrededor de la Tierra en un intento de establecer contacto con
nosotros. Esto no cayó en el vacío.
Hubo
un científico escocés, Duncan Lunan, astrónomo de la Universidad de
Glasgow y miembro de la ASTRA
(Asociación Escocesa de Tecnología e Investigación Astronáutica), que
retomó los experimentos de 1928 y descubrió que tales señales podían se
interpretadas como mapas estelares que señalaban hacia una determinada
estrella. Fue trazando un gráfico a partir de los ecos no explicados y
al final resultó ser Epsilon de la constelación del Boyero, cuyo
contorno se encontraba dibujado en el mensaje de radio. Su tesis la
expone en su libro A la escucha de las estrellas (1974)
y no es otra que una sonda espacial procedente de algún planeta
extinguido de Epsilon intentaría atraer nuestra atención provocando el
fenómeno, aún no explicado, de los “ecos retardados” (LDE) que se
observan en algunas de nuestras emisiones de radio. Sería una especie
de nave alienígena automática que habría realizado un viaje de más de
cien años luz, utilizando para propulsarse una curiosa tecnología de
recolección de hidrógeno interestelar, acelerando por medio de la
fusión nuclear. Una nave
lanzada desde Epsilon que habría estado transmitiendo datos, en forma
de emisiones de radio, delatando su lugar de origen y aportando
conocimientos sobre su tecnología, en busca de encontrar planetas con
la posibilidad de albergar vida. Los mensajes, una vez transcritos en
el gráfico, indicaban que su origen se remontaba a 13.000 años, pues
así era representada esta constelación vista desde la Tierra hace esa
cantidad tremenda de años.
Lunan tuvo la osadía de traducir el supuesto mensaje que se recibió de la sonda:
“Somos
de Epsilon del Boyero, que es una estrella doble. Vivimos en el sexto
planeta de un sistema de siete. Nuestro sexto planeta tiene una luna,
nuestro cuarto planeta, tres; nuestros planetas primero y tercero una
cada uno. Nuestra sonda está en órbita de vuestra Luna. La distancia
orbital del sexto planeta es de 1755 millones de kilómetros. El séptimo
planeta está a 2913 millones de
kilómetros del Sol. El sexto planeta no es nuestro hogar originario. La
sonda ha sido lanzada desde el séptimo planeta para girar en torno al
Sol mayor y, desde allí, aprovechar el empuje gravitacional del Sol
menor. La sonda está preparada para comunicar a través del láser”.
En
la época que se recibieron los extraños mensajes, la sonda estaría
situada no muy lejos de nuestro planeta, en uno de los “puntos
Lagrange” del sistema Tierra-Luna a la espera de ser localizada y
mantener un contacto con los humanos. Sugerente hipótesis a mitad de
camino de la ciencia y la especulación. De ser cierto, explicaría
muchas incógnitas que estamos planteando en este reportaje. Lo malo es
que nunca más se volvió a recibir la señal de radio. ¿O tal vez sí?
Desde
1960 hasta finales del siglo XX se han puesto en marcha proyectos
oficiales amparados en su gran mayoría por el gobierno
estadounidense con la intención de encontrar vida extraterrestre más
allá de nuestra atmósfera. Proyectos como Ozma, CETI, SETI o Fénix son
los más conocidos con el único objetivo de escrutar el universo en
busca de ecos anómalos y señales de radio o cualquier otro origen que
evidencie que no estamos solos. El gran radiotelescopio de Arecibo, en
Puerto Rico, es el que ha centralizado buena parte de los rastreos de
las profundidades del espacio en busca de esta clase de señales y,
paradójicamente, el que menos éxito ha tenido.
Una
señal muy famosa, y fallida, fue la que Frank Drake recibió durante el
proyecto Ozma procedente de las estrellas Tau Ceti y Epsilon Eridani,
de una intensidad muy fuerte y con carácter claramente inteligente. El
entusiasmo de Drake se desinfló cuando comprobó que el origen se
encontraba en la emisión de un experimento militar.
Pero
no sólo era privativo de Estados Unidos esta clase de
experimentos. En 1973 el astrónomo ruso Kaplan, de la Universidad de
Gorka, afirmó haber detectado señales de una alta frecuencia de origen
artificial y desconocido proveniente de algún lugar dentro de nuestro
Sistema Solar, lo que abonó la hipótesis de que algún artefacto
extraterrestre estaría enviando señales desde un lugar más cerca de lo
que pensamos. No fue la única señal extraña. El 15 de agosto de 1977 a
las 23,30 horas a través del radio telescopio Big Ear se recibió una
señal de radio desde el espacio de la zona de la constelación de
Sagitario. Tuvo una duración de 72 segundos y poseía una intensidad muy
superior al ruido de fondo. La señal no se grabó pero sí fue registrada
gráficamente en la vieja impresora del ordenador del observatorio de
Big Ear. |
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La señal, una vez más, no volvió a ser recibida siendo un verdadero misterio su origen.
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La señal Wow
El
programa SETI de búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra ya se
había puesto en marcha unos años antes y uno de los investigadores,
Jerry Ehman, fue el que descubrió con un sobresalto esa señal en el
papel continuo de la impresora, escribiendo con bolígrafo rojo al borde
del papel: “Wow!”: se trataba de una fuente de radio de banda estrecha
que procedía del espacio, en concreto de la dirección de Sagitario, y
de un ámbito de frecuencias de unos 1.420 megahertzios, es decir,
parecía la primera
señal radiofónica localizada de una inteligencia extraterrestre. Como
suena.
Eran
las 23,30 horas del 15 de agosto de 1977. A través del radiotelescopio
Big Ear, se recibió una señal de radio desde el espacio de la zona de
la constelación de Sagitario, con una duración de 72 segundos. Tenía
una intensidad muy superior al ruido de fondo. La señal no se grabó,
pero sí fue registrada gráficamente en la impresora del ordenador del
observatorio. Nunca antes se había detectado algo tan espectacular. |
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Tan
emocionado se mostró Jerry Ehman que creyó que era la primera señal
localizada de inteligencia extraterrestre. Todos los científicos
revisaron la señal, analizando los datos en
código que el ordenador les había ofrecido. Su origen se encontraba en
la banda del hidrógeno neutro, la más abundante del universo y la que
tiene más opciones de recibir un mensaje alienígena, al ser un canal
óptimo para la recepción y la emisión de mensajes.
La señal, una vez más, no volvió a ser recibida siendo un misterio su verdadero origen.
De
nuevo el mismo juego cósmico del despiste. Lo curioso es que entre las
señales más interesantes del Proyecto Fénix, que comenzó a funcionar en
febrero de 1995, se encuentran las recibidas por el radiotelescopio de
Ohio y que proceden precisamente de la constelación de Sagitario.
Para
colmo, el 6 de noviembre de 1991 el observatorio de Kitt Peak, en
Arizona (EE.UU), detectó un objeto situado a tan solo 180.000
kilómetros de la Tierra. Un extraño objeto de unos 8 metros de diámetro
cuya órbita era perfectamente circular y no elíptica, por lo que se
pensó que podría ser alguna sonda artificial. Si su procedencia no era
terrestre, la siguiente opción parece muy clara: ¿se trataría tal vez
de la sonda de Epsilon que Duncan Lunan consiguió localizar y
descifrar? ¿Explicaría tantas observaciones anómalas que se han
realizado con los telescopios? Lo malo es que estas señales y estos
objetos no tienen continuidad ni en el tiempo ni en el espacio...
¿Encontrado el planeta Vulcano?
En
1960, la estrella Epsilon Eridani, de la constelación de Eridanus, fue
uno de los dos objetivos de la primera búsqueda SETI, en concreto del
Proyecto Ozma, de Frank Drake. Unos pocos años después, cuando la serie
de Star Trek llegó a las pantallas de televisión de
Norteamérica, Epsilon Eridani fue designado como el sol de Vulcano, el
mundo del Sr. Spock y de Tuvak. Cuando ya parecía estar olvidada esta
estrella, e n el año 2000 un grupo internacional de astrónomos dijo
haber descubierto un planeta orbitando en las cercanías precisamente de
la estrella Epsilon Eridani, de la constelación Eridanus. La noticia
captó inmediatamente la atención de los astrónomos y de los fanáticos
de Star Trek de todo el mundo.
Epsilon
Eridani es una estrella vecina de nuestro propio Sol, a únicamente 10,5
años luz de distancia. Esto significa que en gran medida, el nuevo
planeta es el más cercano observado hasta ahora fuera de nuestro
Sistema Solar. Como el Dr. William Cochran, que dirige al equipo de la
Universidad Texas, dice: “Detectar un planeta orbitando Epsilon
Eridani, una estrella muy similar a nuestro propio sol y a solamente
3,22 parsecs de la Tierra, es como encontrar un planeta en nuestro
propio patio trasero”.
La masa del nuevo planeta es similar a
la de Júpiter y su órbita es muy parecida a la de los planetas de
nuestro propio Sistema Solar. Su distancia respecto a Epsilon
Eridani está en alguna parte entre las distancias al Sol de Marte y
Júpiter, vamos, la distancia ideal para albergar alguna clase de vida,
y apenas tarda algo menos de 7 años en terminar una órbita. Ya hay
quien ha bautizado a este planeta como Vulcano, en recuerdo de Star Trek y
muchos creen que de él pueden proceder algunas de las señales de radio
más enigmáticas que han captado los observatorios de la Tierra.
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Fuente: Revista Digital Angulo 13
Agradezco a: Juanca Romero H. - España
Informó: Guillermo D.
Giménez - Argentina |
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