Rafael Méndez. Madrid, 10 abr (El País).- Se llevaron
toda la tierra contaminada. O eso dijeron. En 1966, tras el accidente nuclear
sobre la pedanía Palomares sita en el municipio de Cuevas del Almanzora
(Almería), el Ejército de EE.UU. trasladó en avión
1,6 millones de toneladas de tierra contaminada con plutonio. El choque
en vuelo de dos aviones lanzó cuatro bombas nucleares sobre el pueblo
y ahora, 42 años después, España ha hallado las dos
zanjas de tierra altamente radiactiva que el Ejército estadounidense
ocultó en Palomares antes de dejar Almería. EE.UU., que en
2006, ya se comprometió a limpiar la zona, ha pagado dos millones
de dólares (1,26 millones de euros) para el análisis del
suelo y está dispuesto a llevarse la tierra contaminada, según
el Gobierno.
Teresa Mendizábal, directora del Departamento de Medio Ambiente
del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas
(Ciemat), explica que en la caracterización del suelo de Palomares
"han aparecido dos trincheras de mil metros cúbicos cada una con
material radiactivo que el Ejército de EE.UU. dejó y que
figuraba en los informes clasificados del Departamento de Energía".
El Ciemat es el organismo del Ministerio de Educación heredero de
la Junta de Energía Nuclear. Desde 1966 estudia la zona y en 2004
comenzó el complejo proceso de descontaminación.
Las dos zanjas tienen tres metros de profundidad media (en algunos puntos
llega a cinco) por 10 metros de ancho y 30 de largo. Están a las
afueras de Palomares (1.300 habitantes), junto al cementerio. Allí
cayó una de las dos bombas termonucleares que liberaron plutonio
y uranio. Allí EE.UU. estableció su campamento para los militares
que limpiaron la zona. Pero "a última hora, antes de partir, se
dejaron residuos" y los enterraron en esas zanjas.
Es pronto para saber qué albergan, pero el Ciemat da por hecho
que "hay mucho pequeño objeto metálico radiactivo" y que
encontrará plutonio y americio, activos durante miles de años.
El problema es que España no puede almacenar plutonio. Por eso
le ha pedido a Washington que se haga cargo de esos residuos, aunque suponga
llevarse toneladas de tierra. El acuerdo se debe alcanzar en junio, cuando
una delegación americana visite España, pero en las primeras
conversaciones el Departamento de Energía se ha mostrado dispuesto.
"La colaboración es total y las relaciones son magníficas",
señala Mendizábal: "La intención es enviarlo a EE.UU..
Dicen que nos ayudarán porque tenemos dificultades con los residuos
de alta actividad, pero antes hay saber qué tenemos y dónde
lo tenemos".
En septiembre de 2006, Madrid y Washington firmaron un acuerdo para
limpiar la zona y compartir la responsabilidad. El pacto no estipulaba
cantidades, entre otras cosas porque no se sabía qué aparecería.
El Ciemat comenzó entonces un amplio estudio por todo el pueblo:
63.000 mediciones en 660 hectáreas con análisis de los 15
primeros centímetros de suelo. Concluyó que había
210 hectáreas contaminadas al menos en superficie. Se trata de las
dos zonas donde cayeron las bombas que liberaron radiación y una
hasta entonces desconocida en la sierra. El viento dispersó allí
la radiación. Faltaba saber qué había bajo tierra.
Para las 40 hectáreas más conflictivas, el Ciemat diseñó
un plan de estudio en profundidad, con 300 sondeos de entre 1,5 y 5 metros
de profundidad. En septiembre de 2007 una delegación estadounidense
visitó Madrid y abonó "dos millones de dólares para
dos años con lo que se pagaba el equipamiento y la asistencia técnica"
del estudio. El análisis comenzó en febrero y ha permitido
hallar las zanjas ocultas.
España pone el personal y las expropiaciones de terreno -EE.UU.
alegó que no podía pagar por un terreno que pasaría
a ser español- y ha alquilado unas 30 hectáreas, la mayoría
en la sierra contaminada. Alquilar es más rápido que expropiar
y el suelo volverá a los dueños cuando esté limpio.
A partir de 2009, cuando esté concluido el estudio en profundidad,
debe comenzar la limpieza.
Que 42 años después esté en trámite la descontaminación
del mayor accidente nuclear en una zona habitada (hubo una colisión
en 1968 sobre Groenlandia) sólo se explica por la desidia de múltiples
administraciones y a que a nadie le preocupó mientras aquello era
una pedanía con poco movimiento.
Hasta 2004, sobre las zanjas se plantaban lechugas que eran vendidas
sin problemas. Sólo unos medidores de radiación del aire
jalonaban el suelo. Ni una valla impedía el paso. "Allí vivía
poca gente y no era problema que hubiera contaminación en el subsuelo
siempre que no la respiraran", explica una fuente. Desde 1966 y con el
dinero de EE.UU., el Gobierno ha analizado a 1.029 personas y afirma que
no hay problemas de salud. Pero a finales de los 90, el Ayuntamiento de
Cuevas del Almanzora diseñó un plan urbanístico que
multiplicaba por cinco la población (de 2.000 a 10.000) y el movimiento
de tierra de la urbanización podría dispersar el plutonio.
Y eso sí era peligroso. Sólo la burbuja inmobiliaria impulsó
la limpieza de Palomares.
En noviembre de 2004, los dueños del terreno contaminado, Pascual
Soler y José Zamora, paseaban por sus tierras sin saber que bajo
sus pies se escondían las zanjas radiactivas. Aún negociaban
con el Gobierno la expropiación. "Las cosas se podían haber
hecho mejor", declaró Soler.
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