gía que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo.
Le creo, pero avancemos en sus conclusiones.
La tercera característica común es que cada persona decidió
reinventarse a sí misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales
en neurociencias muestran que esto es totalmente posible. Por último,
tenían en común que durante el periodo en que intentaban meditar o
imaginar en qué querían convertirse, hubo tiempos largos en que
perdieron la noción
del tiempo y el espacio.
¿Y eso qué significa?

El lóbulo frontal representa un 40% ciento de la totalidad del cerebro,
y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados, el lóbulo
frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con
todas las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo
y del espacio. En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con
mover tu
cuerpo, sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan
a un segundo plano, y el pensamiento se convierte en la experiencia en
sí, es más real que cualquier otra cosa. De este modo el lóbulo frontal
elimina todo lo que no es prioritario para focalizarse en un único
pensamiento, y es en ese momento en que el cerebro rehace su cableado.
¿En qué se traduce?
Aquello en lo que pensamos y en lo que concentramos nuestra atención con
más frecuencia es lo que nos define a escala neurológica.
Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando uno
está relajado, pensando en otras cosas.
Entre la intención y el rendirse. Antes se creía que la parte derecha
del cerebro es la parte emocional o sentimental, el lado creativo, y la
izquierda, la racional o lógica. Pero de hecho, el lado derecho del
cerebro es el responsable de procesar la novedad cognitiva, las nuevas
ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se convierten en
familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que conocemos
como rutina cognitiva.
¿Cambiar las marchas del coche?
Todas esas cosas que hacemos sin pensar, sí. Esa es la razón de que
cuando un neófito escucha música la oiga con el lado derecho del
cerebro, pero un músico profesional lo haga con el izquierdo. Esto
significa que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y
recordarlas, es la manera que tiene la evolución de hacer conocido lo
desconocido. Podemos cambiar nuestra mentalidad. Al crear nuevos
cableados y fortalecerlos con nuestro pensamiento, dándoles prioridad,
los que no utilizamos tienden a
desaparecer.
Usted habla de inteligencia espiritual, ¿qué es eso, cómo lo explica desde un punto de vista científico?

No hay nada místico en ello. Se trata de la misma inteligencia que
organiza y regula todas las funciones corporales. Esta fuerza hace que
nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día
sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las sesenta
y siete funciones del hígado, aunque la mayoría de la gente ni siquiera
sabe que ese órgano realiza tantas tareas. Esta inteligencia sabe cómo
mantener el orden entre las células, los tejidos, los órganos y los
sistemas corporales, porque ha sido ella quien ha creado el cuerpo a
partir de dos células individuales.
¿El poder que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?
El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es sólo un órgano, y la
mente no puede cambiar el cerebro porque es un producto del cerebro.
Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro para que
cambie la mentalidad.
¿Cómo define ese algo?
Ja, ja, ja, esa es una pregunta muy filosófica, dos botellas de vino y
quizá cuatro horas, porque se trata de la búsqueda del ser. Pero por el
momento es curiosamente la ciencia la que nos permite explicar que
efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y nuestro cerebro, es
decir, que no somos un efecto de nuestros procesos biológicos sino una
causa. Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones
espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle es que
nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la
adicción de comportamientos y sensaciones y que cuando aprendemos cómo
se crean esos malos hábitos, no sólo podemos romperlos, sino también
reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra
vida
comportamientos nuevos.
¿Y la predestinació
n genética?
La investigación científica de vanguardia está mostrando que la
genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como
interruptores, y es el estado químico en que vivimos el que hace que
algunos estén encendidos y otros apagados. Se ha realizado un estudio
muy interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo
dos
que mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia
normalizaban su nivel de azúcar en sangre sin necesidad de insulina.
Veinticuatro genes activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son
igual de plásticos que nuestro tejido neuronal.
¿Cada vez que pensamos fabricamos sustancias químicas?

Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir
exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes un pensamiento
de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El
problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en
que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y
eso produce aún más química.
Un círculo vicioso.
Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de ser. La repetición de
estas señales hace que algunos genes estén activados y otros apagados.
Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la persona
dice: "Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa", pero en
realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y
definirse como tal. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de
sustancias químicas que circulan por nuestro torrente sanguíneo, rodean
nuestras células o inundan nuestro cerebro. Cualquier perturbación en
la composición química constante, regular y confortable de nuestro
cuerpo dará como resultado un malestar.
Estamos enganchados a nuestra química interna.
Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en nuestra mano, tanto
consciente como inconscientemente y a partir de lo que sentimos, para
restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo
ya manda sobre la mente.
¿Propone cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?
Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de cambiar la química
cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si podemos
forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos
creando una nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las
células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una
conexión más permanente. Una persona ante una situación, por nueva que
sea, recurre a esa conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una
y otra vez y da las mismas respuestas, su cerebro no cambia, vive con
la misma mente cada día.
¿Cómo interrumpir el ciclo?
A través del proceso de conocimiento y de la experiencia podemos
cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos
cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la
mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo
de mundo.
¿Qué preguntas debemos hacernos para sentir de otra manera?
La mayoría de las personas cree que las emociones son reales.. Las
emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de
nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra
manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se
trata del mismo proceso químico vez tras vez. Una pregunta que ayudaría
a cambiarnos es: ¿qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa
para no cambiar? Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar
la culpa, la vergüenza, las sensaciones de no merecer, de no valer....;
si podemos eliminar esos estados emocionales destructivos, empezamos a
liberarnos, porque son estos estados emocionales los que nos impulsan a
comportarnos como animales con grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es
el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo cambiar de mí mismo para ser
mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y qué quiero emular?
Pero saber quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.

No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una
información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro
comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea
nuevas emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia,
para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha
entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se
archiva en un sistema nuevo en el cerebro, y eso permite pasar del
pensar al hacer, al ser.
El siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento, tiene que haber acción.
El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser nosotros
mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la
personalidad ya esta formada antes de los 35 años, eso significa que
tenemos los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier
situación y, por lo tanto, vamos a pensar, a sentir y actuar de la
misma manera el resto de nuestros días. Pero los últimos estudios
muestran que es posible cambiar la personalidad en todas las etapas de
la vida, para eso hay que convertir el hábito inconsciente en algo
consciente, llegar a tener conciencia de esos pensamientos y
sentimientos inconscientes.
¿Eso son 20 años de psicoanálisis?
Aunque llegues a entender intelectualmente que tu padre era muy
dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre es
aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a
pensarla, la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos,
estamos cambiando nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una
vez esa nueva mente está establecida, tenemos que empezar a pensar cómo
mostrarla, y ahí entra el cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere
el desaprender y el reaprender.
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