5 de junio de 1986. Las noticias informan de un accidente en la sierra de
Somosierra (Madrid). Un camión cisterna ha volcado, vertiendo su contenido por toda la
zona. La alerta es máxima. El material es ácido y puede causar un peligro biológico
irreparable. Más tarde se empieza a hablar de víctimas. Los dos ocupantes del
camión. Andrés Martínez y Carmen Gomez. Una tragedia más si no fuera por el dato más
extraño del caso. Las dos personas no estaban solas. En la cabina del camión, iba su
hijo pequeño, Juan Pedro Martínez. Su cuerpo no apareció jamás.
Los datos se remontan al día 24, por la mañana, cuando la familia
decide ir de viaje
a la sierra por motivos de trabajo del padre. Le acompañan la mujer y
su hijo, quienes todavía no habían visitado Madrid. En una cafetería de
la sierra, deciden desayunar y durante su regreso a sus tierras...
Algo debió ocurrir para
que el camión alcanzara más de 140 KLM por hora en una carretera de
montaña.
El
camión choca contra otro vehículo y se estrella contra una cuneta. El contenido de la
cisterna se derrama por la carretera y provoca un atasco y retenciones de horas. El desastre no
acababa más que empezar. Explosiones a lo largo de la carretera indicaba que el
ácido se extendía por todas partes.
Se hallan los restos de los adultos. Sus cuerpos presentan quemaduras de gran embergadura, están quemados: una brecha se abrió
encima de la cabina y bañó de ácido a sus ocupantes. Sus rostros totalmente desfigurados, pero
los cuerpos intactos. Ya al anochecer, cientos de personas se agolpaban en la zona.

Entre ellos circulaba el rumor. Los padres de Andrés Martínez habían llamado
preocupados, a sabiendas de la noticia, repetían continuamente una frase estremecedora:
¿DÓNDE ESTA NUESTRO NIETO? Cuando las fuerzas de seguridad tienen el permiso de
abrir la cabina, no descubren rastro alguno del niño. Con potentes focos y linternas
empiezan a investigar los alrededores del accidente, pero no encuentran ningún
cadáver, ningun niño herido por ácido… Juan Pedro Gomez había desaparecido.
Las posteriores investigaciones desmienten la posibilidad de que el niño hubiera
sido disuelto por el ácido en tan poco tiempo, ni con la posibilidad de que la
cabina se hubiera convertido en una "bañera" del mismo, y en el caso de que
ocurriera, los huesos deberían haber aparecido aunque fueran flotando en el líquido.
Nada. El niño había desaparecido. Más datos llegaban según pasaban los días. La
investigación del taquígrafo del camión (la kha negra de los camiones) indicó que
habían sucedido una serie de parones a lo largo del recorrido. 12 detenciones en apenas
unos kilómetros.
Pero aún un dato más escalofriante les esperaba a los
investigadores: los testigos que circulaban por la carretera, indicaron que delante
del camión circulaba a gran velocidad una camioneta blanca. ¿Acaso perseguía el
camión a la furgoneta? ¿Con qué motivo? ¿Podía ser un secuestro y el camión
perseguía la furgoneta con su hijo dentro? A estas preguntas se le unieron más
cuando los testigos presenciales del accidente vieron asustados, que después del
choque, de la furgoneta blanca salieron dos individuos muy altos, con batas blancas
hasta los tobillos y tez pálida, se acercaron al camión y sacaron un bulto bastante
grande.
La policía realizó la intensa búsqueda de todos los poseedores de un furgón de semejantes
características, pero no encontraron nada. Nunca más se supo de Juan Pedro Martínez.
Video de Cuarto Milenio: http://es.youtube.com/watch?v=C2sppM-kX_E