Hace pocos días, una noticia estuvo dando vuelta por los medios. La misma hacía mención a la posible localización de la Atlántida,
de la cual según se precisaba, detectaron ciertas edificaciones. Sin
embargo, rápidamente se desmintió, y el hallazgo del siglo, quedó para
mejor ocasión.
No
es novedad, que cada nuevo descubrimiento anómalo que sale a la
superficie, sea relacionado con el continente perdido. Es el gran
desafío arqueológico, y el premio mayor. Claro está que a estos
estusiasta soñadores podríamos aguarles la fiesta si confesáramos que
para nosotros, la Atlántida hace tiempo se conoce su
localización, y que debido a intereses oscuros, su resurgimiento se
mantiene en las tinieblas. Esta información sin embargo, es casi un
secreto de estado, y aunque se niega en público, en privado se hacen
los intentos por acumular datos sobre esta cultura madre, que sucumbió
luego de un espantoso cataclismo si hemos de creerle al filósofo griego.
Como
ya mencionamos en nuestro trabajo sobre Atlántida a disposición en el
blog, sus restos, de encontrarse se cobijan bajos las aguas del Caribe,
cerca del famoso Triángulo de las Bermudas. Cientos son los relatos que
señalan aquel lugar, como su ubicación más precisa, y donde gran
cantidad de edificaciones fueron observadas, ya sea por investigadores,
pilotos de aviación, locales, que de algún modo testificaron a lo largo
de los años sobre estos vestigios, rompiendo un tabú que se extiende
desde su desaparición.
El
texto que ahora vamos a conocer, relata uno de esos testimonios, de
manos de un submarinista, que revela algunos de esos enigmas ocultos,
mantenido fuera de los ojos públicos, revelando intrigas, sobre éste
continente cuya existencia ya no se puede esconder.
Nuevamente saque el lector, sus propias conclusiones.
ALGO CAPAZ DE HACER LLORAR A LOS DIOSES (Capítulo VIII)
El agua era tibia y clara. Resultaba fácil bucear. Estaba a poco más de 100 m
de la costa de Bimini y, al mirar a través del cristal de la
mascarilla, vi una formación rocosa que me puso la piel de gallina. Las
murallas de Ollantaitambo y de Tiahuanaco estaban reproducidas sobre el
fondo del océano. Años de incrustaciones coralinas les habían dado un
tono muerto y blanquecino; pero las peculiares ranuras de unión estaban
allí. A mi entender, la mano de los maestros de obras del Altiplano
aparecía claramente visible. Por consiguiente, habían llegado a este
lugar.
La primera vez que oí hablar de la Muralla
de Bimini fue durante una conversación con Alan Jay Lerner, El poeta y
lírico, más conocido por My Fair Lady que por sus trabajos en
Arqueología, había formado parte de expediciones que habían registrado
el fondo del Caribe en busca de pruebas de visitas extraterrestres en
la región. Estaba seguro de que las Bahamas ocultaban importantes
claves.
Lo
que ví en Biminí confirmó su descripción. Yo había llegado
relativamente tarde al lugar este había sido objeto de intenso estudio
por parte de buen número de expertos. Algunos habían declarado que la
formación era natural. El factor que me hacía discrepar de ellos era la
posición de las piezas individuales de muralla. Puedo como prender que
corrientes submarinas erosionen la cara de una roca y formen canales en
ella, pero jamás he visto una corriente que pueda tallar ángulos rectos
y ranuras precisas.
Además
de Bimini, hay otros lugares en las costas de las Bahamas donde pueden
encontrarse pruebas «elocuentes» de antiguas civilizaciones. El
problema de su localización está en el celo con que son guardadas. El
elevado precio que alcanzan los objetos de arte antiguos ha hecho que
los hallazgos arqueológicos sean tan valiosos como los legendarios
barcos españoles con tesoros. Siempre hay buceadores sin escrúpulos
dispuestos a apoderarse de cualquier nuevo descubrimiento. Esto
dificultaba aún más mi búsqueda. En cuanto planteé la cuestión a un
profesional, éste me correspondió con un mudo recelo y cuando, al fin,
logré convencer a los, individuos de que lo único que buscaba era
información y de que no constituía una amenaza, para su hallazgo,
cedieron un tanto, pero, exigiéndome un secreto absoluto. Como dijo un
submarinista: «Mire usted, si diese mi nombre y describiese mi
hallazgo, diecisiete, tipos que saben aproximadamente dónde he estado
buceando, bajarían allí y echarían a perder toda mi dura labor,»
Les prometí el secreto y obtuve más información prometedora.
-Yo
me sumergí y descubrí catorce edificios –me dijo un explorador
submarino. Su voz cortó el adormilado susurro de las olas y hubo una
breve pausa. Yo necesité un momento para digerir la sorprendente
noticia. El hombre se refería a un reconocimiento, que había hecho de
las islas Bahamas.
Continua en
http://cronicasubterranea.blogspot.com/
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