Ley
fundamental hermética que nos
relaciona aquellos síntomas y consecuencias de la vida con causas
precisas que
las establecen. Todo tiene su causa, todo su correspondencia. Esto es
como
decir que no existe la casualidad, ya que cualquier acontecimiento
viene
condicionado por un móvil específico que la mayor parte de las veces
nuestra
mente lógica y lineal no entiende ni precisa.
También se la denomina Ley de acción
y
reacción, ya que a toda acción le corresponde una consecuencia natural
que
deriva de la misma energía que produce. Cada acto libera una concreta
energía,
lo que producirá en el espacio-tiempo una correspondencia puntual. A
todo
síntoma en la vida, a una herida, a un dolor, a una enfermedad, a
cualquier
situación por la que pasamos, le corresponde una causa donde se apoya;
en
consecuencia, la causa es el origen desde donde se manifiesta cualquier
efecto
físico.
Podríamos decir que una experiencia
concreta emite una vibración que impresiona al campo vital, esta
vibración
repercute en el campo astral, afectando a nuestra alma y, por ende, al
inconsciente, de ahí derivará hacia el campo mental creando un diseño
electromagnético en lo que llamamos la psiquis, para finalmente
producir una
huella en el mundo de las causas. El ordenador causal, por decir así,
deriva
una correspondencia precisa de esa experiencia, afectando al campo
mental, al
campo astral, repercutiendo en consecuencias concretas en nuestro campo
vital,
para llegar a manifestarse, por último, en lo físico.
Según
esta Ley todo lo que sucede en el universo tiene un sentido cósmico, ya
que cada
entidad espiritual está sostenida por las previas condiciones que dan
origen a
su creación y a aquello que lo ha de conectar con su mundo. Esta
cuestión debe
ser comprendida desde el punto de vista constelar, desde la formación
de soles
y planetas, desde la realidad de un país, la formación de una
civilización, una
raza o bien las causas que determinan que una familia o grupo social
estén
compuestos por determinadas almas.
El mundo de las
Causas se establece para
ordenar todas las experiencias, para fijar, como si de una gran
computadora se
tratara, todas las posibles conexiones de la energía activa,
produciendo
significativos efectos y correlaciones. En la medida en que un ser
humano,
gracias a su discernimiento, es capaz de conectarse mentalmente con el
mundo de
las causas, puede prevenir o anticiparse a los acontecimientos que
vive. Quiere
decirse que hay hombre causales que llegan a desarrollar esa visión
profunda de
lo que acontece o es susceptible de acontecer. De esta manera la
conciencia
permite al alma humana trascender lo temporal, la ilusión mediante la
cual nos
parece que los acontecimientos suceden de forma lineal, dándonos una
visión
integral de la vida en donde las correspondencias se plasman.
No obstante, hay
personas que ya reciben
esta información de forma intuitiva, sin que previamente se haya dado
en ellos
un desarrollo espiritual. Estas personas, evidente-mente sensitivas,
pueden
captar desde el mundo causal acontecimientos pasados como futuros, caso
de
personas que reciben, de alguna manera, información de una catástrofe
que va a
suceder. Por ejemplo el caso de Calpurnia, la esposa de Julio César,
cuando
soñó días antes cómo se iba a producir la muerte de su marido; el caso
de la
profecía que indicaba cómo el príncipe griego Atis moriría de una
flecha en
plena juventud, vaticinio que obligó a su padre Creso a proteger al
niño desde
muy tierna edad, sin resultado alguno; el mensaje profético que tuvo
una
vidente del hundimiento del Titanic días antes de que el barco zarpara,
reportaje que hizo que algunos pasajeros anularan su billete,
salvándose así de
la tragedia; o bien de cómo Abraham Lincon soñó con las
particularidades del
asesino que más tarde le daría muerte.
Karma se entiende
como la serie de correspondencias que ha de vivir el alma, tanto se
refiera a
efectos negativos como a positivos. Karma es una palabra
sánscrita que
nos viene a indicar el flujo de deudas y beneficios, de situaciones
penosas y
limitaciones, como de efectos eficaces que, gracias a una previa
disposición,
nos hemos creado. Así la Rueda de la Vida genera constantemente
penalidades e
infortunios, como el mejor lenitivo que utiliza la Ley Divina para que
lleguemos a superar aquellos aspectos que niegan la manifestación de
nuestra
alma.
Según esta Ley, el karma promoverá
para el ser humano situaciones precisas, límites como beneficios que
derivan
hacia la vida según previamente hayamos manifestado nuestra actitud. La
energía
que acompaña a cualquier intención impacta en el mundo causal,
estableciendo
huellas energéticas que con posterioridad se señalarán en la
existencia. Así el
que seamos feos o guapos, el que hayamos nacido en una familia pobre o
adinerada, estemos integrados en una cultura, raza o situación social,
el que
padezcamos una enfermedad concreta… etc, no sucede por azar, sino que
sucede
como consecuencia natural de la vibración que previamente nuestro Ser
ha
diseñado en los planos superiores de la conciencia.
Este proceso que
de forma suscinta hemos
señalado tendrá que ver tanto con las circunstancias positivas como con
las
negativas, ya que es simple energía la que procede y diseña nuestra
realidad.
La energía alterna, confusa, impresionable, inarmónica… etc, creará
efectos
negativos, mientras que si la experiencia está impregnada de
positividad creará
efectos útiles y positivos. La resistencia de la mente humana a no
sufrir, a no
experimentar condiciones o situaciones que amenacen al Yo, se
convertirá
en una trampa energética que originará más y más condiciones. Es por
ello que
cuando un individuo fluye adecuadamente afecta positivamente a su karma,
mientras que cuando se resite crea más condición.
El
alma, al encontrarse enclaustrada
por las formalidades que el «Ego»
dispone en la emoción y en la
psiquis, requiere continuamente de esta medicina causal a la
que
llamamos karma, para que el plan evolutivo pueda seguir su
curso. No
obstante, la compensación del fruto que somos capaces de promover con
la
actitud favorece múltiples beneficios, bien se haga de forma consciente
como
inconsciente. Gracias a esta visión amplia de la realidad podremos
comprender
que en la Rueda de la Vida somos retribuidos adecuadamente, a veces a
través de
experiencias que se encuentran muy al margen de lo que nuestra mente
concreta
puede interpretar como apropiado y deseable.
En relación a
esto, el tener muchos
bienes personales no tiene que ser considerado precisamente como un
beneficio,
si condiciona radicalmente nuestra personalidad o desarrolla en extremo
la
ambición; como, de igual manera, el hecho de padecer una prueba de
austeridad
puede llegar a ser muy beneficioso para nuestro desarrollo personal,
puesto que
instruye en el desapego y nos ayuda a sentirnos más fortalecidos y
autónomos.
Esta Ley justa y
retributiva permite no
tan sólo comprender lo que anteriormente no comprendimos, sino que,
además,
acerca al individuo la compasión como un aspecto fundamental en el
desarrollo
consciente, ya que mediante ella llegamos a entender que cuando herimos
a
alguien, cuando de alguna manera volcamos nuestra inconsciencia en lo
ajeno, se
produce un efecto de compensación que a nosotros mismos no daña,
sufriendo las
molestas consecuencias de la acción.
La mente
dual asocia automáticamente sus propios valores, el sentido de lo bueno
y lo
malo según es educada en las condiciones que afectan al Yo.
Esto nos
convierte en seres tremendamente subjetivos, intérpretes de las
experiencias
que vivimos según la serie de consideraciones sociales y personales que
hallamos asociado a la psiquis. En cambio, el mundo de las causas
distribuye
las condiciones formales por las que pasamos sin tener en cuenta
nuestra
arbitrariedad. Él nos influye desde una perspectiva que sólo podremos
entender
cuando aprendemos a prescindir de la indumentaria «egoica» que
nos envuelve, comprendiendo así el móvil causal que determina precisos
efectos.
La
exacta matemática del universo no dispensa nada al azar, ni en manos de
una
casualidad arbitraria y caprichosa que nos lleve a sufrir gracias a un
determinismo cósmico que muchas mentes agnósticas ni siquiera necesitan
explicarse. Así que a nuestro mundo —como a cada uno de los seres que
lo
habitan— lo mueven exactas tensiones que favorecen su devenir, por
mucho que a
través de la mente lógica no lleguemos a encontrar satisfactorias
deducciones.
El iniciado
asume la Ley de
correspondencias a la que se ve sujeta su existencia cuando alcanza la
equilibrada perspectiva que le hace entender que en el mundo
estimulante donde
vive todo es relativo; y que, en cualquier caso, todo acontecimiento es
una
proposición para que él pueda activar la conciencia y liberarse de los
añadidos
energéticos que carga su personalidad. Asimismo, entenderemos que el karma
se manifiesta para el alma humana de forma muy diferente a como lo hace
para el
alma espiritual o divina. Cuando esta Ley se ha de aplicar a los
grandes
maestros, a los seres espirituales que habitan dimensiones no físicas,
se
denomina Ley de la Katancia, un
aspecto de correspondencias especiales que requerirá, por decir así, la
corresponsabilidad del mundo en el que se evoluciona.
Si bien existen
unas correspondencias
continuas para el alma humana trazadas por esta Ley, a veces la
inconsciencia
del hombre se empeña en crearse una condición sin que estuviera
dispuesta según
concordancias previas de su actitud. Así el estado de dormidez del
individuo
origina accidentes y limites, haciendo que nuestra acción compulsiva y
pasional
reproduzca nuevos efectos contradictorios.
APARTADO NÚMERO 17 DE NUESTRO ANTERIOR
LIBRO «LA
BALANZA DORADA» (Estudio de las 48 Leyes que nos
gobiernan) por
Antonio Carranza. Departamento editorial de C.E.P.A.
www.cepaluz.com
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